Medicina
en la Hispano américa independiente
Durante varias décadas
después de la Independencia (1821), las repúblicas hispanoamericanas
continuaron ejerciendo la medicina basada en las instituciones procedentes de
la época anterior, como el Protomedicato y los hospitales de las órdenes
religiosas.
Con el paso de los años y al
regresar de las universidades y hospitales europeos los primeros médicos
hispanoamericanos que se habían trasladado a Europa a formarse en las nuevas corrientes
de la medicina moderna, introdujeron en estos países métodos del diagnóstico
anatomo-clínico, como la auscultación, la percusión y la exploración ordenada;
se fueron conociendo mejor las funciones fisiológicas, la anatomía patológica o
la terapéutica racional.
Hacia 1850, en casi todos
los países se empleaba la anestesia quirúrgica con éter o cloroformo, y se
construían hospitales con quirófanos, que adoptaron la cirugía aséptica, lo que
permitió realizar intervenciones cavitarias.
Los avances y los
descubrimientos más recientes llegaron con prontitud y su aplicación se fue
haciendo más intensiva, especialmente en las ciudades y centros de mayor
contacto con el exterior.
MEDICINA
EN EL SIGLO XX
el siglo XX se han vencido
muchas enfermedades infecciosas gracias a las vacunas, los antibióticos y la
mejora de las condiciones de vida. El cáncer se ha convertido en una enfermedad
frecuente, pero muchas formas de la enfermedad se pueden combatir con eficacia
debido al desarrollo de numerosos tratamientos. En este siglo también se han
iniciado investigaciones básicas sobre los procesos vitales. Se han realizado
importantes descubrimientos en muchas áreas, en especial en lo que concierne a
la base de la transmisión de defectos hereditarios y a los mecanismos físicos y
químicos de la función cerebral.
Genética
Un descubrimiento
fundamental del siglo XX ha sido el conocimiento de la transmisión de los
caracteres hereditarios. Oswald Theodore Avery y sus colaboradores del
Instituto Rockefeller llevaron a cabo un avance importante en la década de los
años cuarenta cuando mostraron que algunos caracteres podían pasar desde una
bacteria a otra a través de una sustancia denominada ácido desoxirribonucleico,
ADN. En 1953 el físico inglés Francis Harry Compton Crick y el biólogo
estadounidense James Dewey Watson propusieron una estructura química del ADN
que explicaba cómo se transportaba la información genética. El bioquímico
estadounidense Marshall Warren Nirenberg proporcionó detalles esenciales de
esta estructura en la década de 1960, y el bioquímico estadounidense Har Gobind
Khorana fue el primero en emplear estos hallazgos para sintetizar un gen en
1970. Durante los últimos años de la década de 1970, los científicos
desarrollaron métodos para alterar los genes, y a mediados de la década de 1980
algunas de estas técnicas se comenzaron a utilizar con fines médicos. Ciertos
procedimientos, conocidos como ingeniería genética o clonación génica, se han
aplicado en la producción de grandes cantidades de sustancias puras como son
las hormonas y el interferón. En la década de 1990 se inició el Proyecto Genoma
Humano que tiene como finalidad identificar la dotación genética humana
completa.
Cirugía
En la segunda mitad del
siglo XX se han realizado intervenciones que antes eran impensables. En 1962,
se reimplantó por primera vez un brazo completamente seccionado. Procedimientos
menos espectaculares pero más frecuentes incluían el reimplante de dedos
amputados. La cirugía de este tipo fue posible gracias a los microscopios
quirúrgicos, a través de los cuales el cirujano puede ver nervios finos y vasos
sanguíneos que deben anastomarse para hacer que funcione de nuevo la parte
amputada. Las prótesis, como la que se emplea en la reconstrucción de la
articulación de la cadera, han logrado que las personas incapacitadas por la
artritis o por accidentes puedan volver a andar. Asimismo, se han fabricado
brazos protésicos activados con baterías. El fallo renal, antes fatal, se trata
de forma rutinaria con trasplante o mediante diálisis como un tratamiento a
largo plazo. En 1975, un amplio ensayo experimental mostró que los diabéticos
con daño en los vasos del ojo podían salvarse de la ceguera a base de un
tratamiento con rayos láser. Algunos casos graves de epilepsia tienen
tratamiento consistente en localizar el punto irritado en el cerebro que causa
las convulsiones y destruirlo mediante sondaje frío de nitrógeno líquido.
Muchos de estos avances se
deben a la tecnología o a la aparición de nuevos fármacos. El trasplante de
órganos se ha visto facilitado por el desarrollo de nuevos medicamentos para
prevenir el rechazo. Las operaciones de bypass son posibles gracias al uso de
corazones artificiales que permiten parar el corazón mientras se realiza la
operación. La endoscopia ha hecho posible el desarrollo de una cirugía
mínimamente invasiva; esto ha permitido realizar, en una operación de
apendicitis por ejemplo, pequeñas incisiones, lo que, por otro lado, permite
reducir la cantidad de anestesia requerida en la operación, así como el tiempo
de recuperación del paciente.
Enfermedades
infecciosas
Se han combatido muchas
enfermedades infecciosas durante el siglo XX mediante la mejora del saneamiento,
los antibióticos y las vacunas. El tratamiento farmacológico específico para
las infecciones comenzó con el descubrimiento del médico alemán Paul Ehrlich de
la arsfenamina, un compuesto de arsénico, empleado como tratamiento de la
sífilis. Esto fue seguido en 1932 por el anuncio del científico alemán Gerhard
Domagk de que un colorante, el rojo prontosil, resultaba eficaz contra las
infecciones estreptocócicas. El descubrimiento del principio activo del
mercurocromo, sulfanilamida, produjo la proliferación del primer grupo de
fármacos importantísimos: los antibióticos sulfamidas. La purificación de la
penicilina en 1938 por los bioquímicos británicos Howard Florey y Ernst Chain
ocurrió diez años más tarde del descubrimiento de Alexander Fleming de la actividad
bactericida del hongo Penicillium. Tras conocer su estructura pudo utilizarse
de forma masiva en medicina. Con la II Guerra Mundial estalló la producción
comercial de la penicilina, con lo que disminuyó en gran medida el número de
muertes.
Se descubrió, de igual
forma, un tratamiento específico para la tuberculosis: la estreptomicina.
Cuando la bacteria se hizo resistente, apareció la combinación de rifampicina
con isoniacida; éste continúa siendo el tratamiento de uso preferente. La enfermedad
de Hansen (lepra) se trata de forma eficaz con fármacos denominados sulfonas y
la malaria con derivados de la quinina, extracto de la corteza del quino. No se
han encontrado antibióticos para enfermedades causadas por virus, pero las
vacunas se convirtieron en punto clave para la prevención. Entre las primeras
estuvo la de la viruela, descubierta por Edward Jenner en 1796; la de la fiebre
tifoidea, desarrollada por el bacteriólogo inglés Almroth Wright en 1897; la de
la difteria en 1923, y la del tétanos en la década de 1930.
Los microbiólogos americanos
John Franklin Enders y Frederick Chapman Robbins desarrollaron en la década de
1930 un método para hacer crecer los virus en cultivos tisulares, que se
convirtió en un avance de primer orden para la preparación de vacunas contra
los virus. Este descubrimiento posibilitó las vacunas contra la fiebre
amarilla, la poliomielitis, el sarampión y la rubéola. A comienzos de la década
de 1980, la ingeniería genética produjo el desarrollo de vacunas contra la hepatitis
B, la gripe, el herpes simple y la varicela, y se ha probado una vacuna contra
la malaria.
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